Hay una palabra en valenciano que expresa muy bien cómo me quedé ayer después de ver todo lo acontecido en el parlamento catalán y es “bocabadada” que significa “boquiabierta, sorprendida, perpleja”.
No puedo creer que haya parlamentarios, a los que se les supone unos conocimientos elementales de lo que es una democracia, que se salten leyes, reglamentos e incluso el propio Estatuto autonómico y aún lo justifiquen como comportamientos ajustados a Derecho.
Por
un momento ayer llegué a preguntarme si el esfuerzo de haber estudiado la
asignatura de Derecho Constitucional, donde me enseñaron las bases de lo que es
un Estado de Derecho, fue algo inútil pues una cosa es lo que se estudia y otra
la realidad práctica.
Ayer en el parlamento catalán, se vulneraron los derechos de los parlamentarios convirtiéndose los actos de una mayoría parlamentaria (representativa de una minoría de votos populares) en actos de fuerza y no en actos democráticos y eso se llama golpe de Estado.
Los
parlamentarios catalanes se saltaron el ordenamiento por el cual fueron
elegidos y que deben defender menoscabando su propia legitimidad y careciendo
de acreditación moral para exigir a los demás que respeten la autoridad.
Se vulneraron además del Reglamento (tiene rango de ley) del Parlamento catalán, la ley más importante después de la Constitución como es el Estatuto autonómico.
La ley del referéndum secesionista, clandestina en su creación y posteriormente en su procedimiento parlamentario, está desprovista de toda legalidad.
El
decreto firmado con nocturnidad y alevosía por el Presidente de Cataluña y sus
Consejeros es ilegal.
Nada
de lo que ocurrió ayer en Cataluña tiene validez legal.
¿Y ahora qué?
Pues,
el Tribunal Constitucional suspenderá todo, los independentistas no acatarán
nada y se emprenderán acciones por la vía penal contra aquellos que no se
sometan a la justicia.
Vamos,
lo que viene a ser lo normal en un Estado de Derecho.