Viaje por la isla de Gran Bretaña (4º día)

Tierras Altas – Edimburgo


Amanece en Drumnadrochit sin lluvia. Parece que nos va a hacer un buen día.

Nos dirigimos al Castillo de Urquhart.
Situado en la orilla oeste del lago Ness, data del siglo XIII y fue volado por los ingleses en 1692 para impedir que cayera en manos jacobitas. A pesar de ello se puede apreciar la majestuosidad del edificio y sobre todo la maravilla del enclave donde está situado.
Allí mismo hay un embarcadero y cogimos el barco que nos llevó por el lago.

El Lago Ness tiene 39 km de longitud, 1,5 de anchura y hasta 300 m. de profundidad pero sin duda se le conoce por su monstruo, Ness.
Fue avistado por primera vez por San Columba en el siglo VI.
En los años 30 se tomó la primera fotografía, luego se supo que fue un fraude.

El último avistamiento fue en el 2012 por un guía turístico escocés.

Tuvimos un buen viaje en barco pudiendo admirar la grandiosidad del paisaje. No nos llovió pero no vimos ni rastro de Nessie.

Continuamos viaje hacia Inverness, capital de las Highlands.

La ciudad se sitúa en la desembocadura del rio Ness, en el Fiordo de Moray, y es este río el que separa la ciudad en dos: a un lado el castillo victoriano (hoy tribunal de justicia) que domina el centro de la ciudad y al otro la catedral de San Andrés.

 San Andrés es el patrono de Escocia y el 30 de noviembre, al son de las gaitas y ataviados con los kilts tradicionales, los escoceses celebran su fiesta nacional.


Tartán
Tipo de tejido cuyos colores representaban el clan al que pertenecía el portador.
En el año 1746 fue prohibido como medida de represión británica tras la derrota del ejército jacobita en la Batalla de Culloden.
En 1782 la prohibición fue abolida pero ya no quedaban restos de los antiguos tejidos. Habían sido destruidos los telares y los viejos tejedores se habían muerto por lo que toda una generación de escoceses había crecido sin ver ni saber lo que era un tartán.
A finales del siglo XVIII un grupo de precursores empezaron a promocionarlo como símbolo nacional de Escocia. Después fue adoptado como uniforme distintivo de los regimientos militares escoceses al servicio de la Corona británica.

Kilt
Era una pieza de tela que vestían los hombres. Medía 5 m de largo y se ceñía a la cintura con un cinturón y el resto se sujetaba sobre el hombro con un broche.

Hoy ha evolucionado mucho su forma. El que mejor lo lleva por el mundo es Sean Connery, escocés de nacimiento (Fountainbridge).


Dicen que un verdadero Highlander debajo de la falda no lleva nada.


Paseamos por sus calles y al final fuimos a comer a un McDonald’s.  No encontrábamos un sitio donde pudiéramos sentarnos cómodamente (todos hacen el “lunch” sobre la marcha o sentados en plazas o jardines).

Continuamos viaje y nos paramos a visitar el Castillo de Cawdor, construcción del siglo XIV que hoy en día es la residencia de la Condesa de Cawdor y que para mantener esta costosísima propiedad la tiene que abrir al público para costear su mantenimiento. Claramente la condesa vive en otras dependencias de las que nos muestran y nos hacen creer que son usadas.


Lo mejor de la casa: las antiguas cocinas con fogones victorianos y repleta de utensilios de la época.




De camino a Edimburgo vimos desde el autobús el desolado páramo de Culloden.

Unas banderas muestran la situación de ambos ejércitos cuando en 1746 la causa jacobita encabezada por Bonnie Prince Charlie (Charles Edward Stuart, descendiente de los reyes Estuardo) fracasó tras el ataque de casi 9.000 soldados hanoverianos al mando del duque de Cumberland (hijo menor del rey Jorge II de Hannover).
Fue la última batalla librada en suelo británico hasta la fecha y supuso para la causa jacobita la derrota definitiva de la que nunca se recuperó.
Los highlanders caídos en la batalla se enterraron en fosas comunes y unas piedras señalan las tumbas.

Después de unas horitas de viaje bordeando las montañas de Cairngorm (cumbres más altas de Gran Bretaña y donde se está la principal estación de esquí del país) llegamos a Pitlochry, precioso pueblo victoriano donde nos tomamos un… capuchino que nos supo riquísimo después de tantas horas de viaje.








Volvimos a montarnos en el autobús, ya más reanimados y continuamos viaje hasta Edimburgo pasando por Forth Bridges.
Para cruzar el río Forth se tiene que pasar por dos grandes puentes: el puente del ferrocarril, el primer gran puente de acero del mundo, inaugurado en 1890, y el puente colgante por donde pasa la carretera, inaugurado en 1964.
Aún quedaría un tercer puente que está en construcción y que no se inaugurará hasta el 2016.

Llegamos a Edimburgo, cenamos en el hotel y nos fuimos a dormir pues el cuarto día había sido muy largo e intenso.
Para otro viaje quedará volver a pasear por las calles de la ciudad de Edimburgo y recorrer la Royal Mile (parte medieval) que nos quedó por ver en el segundo día.