La Universidad se pasa a la política

 


 

Hubo un tiempo que el requisito para ser fichado por un partido, sobre todo de izquierdas, era haber participado en manifestaciones y reivindicaciones varias.

Hoy, cualquier partido que se precie incorpora a sus filas a algún profesor universitario, doctor e incluso catedrático como si esto le diera más categoría al partido. Cuestión de imagen.

 

Tomando como datos el estudio realizado en el 2011 por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, se observaba un aumento de la proporción de  universitarios de la primera legislatura (91%) a la novena (96%).

En la legislatura del año del estudio (2011) había en el Congreso de los Diputados  un 65% de licenciados (mayoría del PP), un 14% doctores y un 13% diplomados (mayoría del PSOE). Tan solo un 7% tenían estudios de secundaria como única titulación.

 

¿Se puede deducir de los datos que a mayor nivel académico de los parlamentarios hay mayor preparación para ocupar los cargos políticos? Mi respuesta es que no siempre se da esta circunstancia.


La profesión de político no requiere una titulación especial y sí una cierta habilidad para el debate y la comunicación en público y capacidad para negociar y llegar a acuerdos.

No hay controles formales de entrada salvo la de ser elegidos por un partido para formar parte de sus listas y posteriormente ese partido alcance un número suficiente de votos para representar a la ciudadanía.

 

No tengo nada en contra de que la excelencia profesional entre a formar parte de nuestra clase política, puede que la mejore a nivel académico, pero sí me gustaría que quien ostente algún cargo político sea gente preparada, no solo con la teoría sino con la práctica.

Desgraciadamente se ve en estos puestos personas, con estudios o no, cuyo único mérito es ser “amigo de” y cuyo curriculum profesional se limita tan solo al campo de la política, si haber ejercido nunca otra actividad laboral.

 

Sospecho que las personas que tienen su trabajo como vocación no se ven tentadas, en absoluto, por el mundo político. Hay ejemplos de muy buenos profesionales que han sucumbido a esa tentación y han salido escaldados de la experiencia. Ni se valora ni se recompensa su buen hacer.