Lo que entiendo por ser madre


Hoy, en el día de la madre, quiero compartir con vosotros un texto de Andrea Giorgi  que me hubiera gustado escribir a mi de principio a fin.
Espero que os guste.


La buena madre es aquella que se va volviendo innecesaria con el paso del tiempo.

Ha llegado la hora de reprimir el impulso natural materno de querer colocar el pichón debajo del ala, protegido de todos los errores, tristezas y peligros.


Es una ardua batalla, lo confieso.

Si realicé mi labor de madre correctamente, tengo que volverme innecesaria.

Y antes que alguna madre me acuse de desamor, explico qué es lo que significa eso.

Ser "innecesaria" es no dejar que el amor incondicional de madre, que siempre existirá, provoque vicio y dependencia en los hijos, como si fuera una droga, a tal punto, de que ellos no sean capaces de poder ser autónomos, confiados e independientes.
Deben estar prontos para trazar su rumbo, hacer sus elecciones, superar sus frustraciones y cometer sus propios errores también.
Con cada fase de la vida, una nueva pérdida es un nuevo logro; para las dos partes: madre e hijo.

El amor es un proceso de liberación permanente, y ese vínculo no deja de transformarse a lo largo de la vida.
Hasta el día en que los hijos se vuelven adultos, constituyen su propia familia y recomienzan el ciclo.
Lo que ellos necesitan es tener la seguridad de que estaremos con ellos, firmes, en el acuerdo o en la divergencia, en el triunfo o en el fracaso, prontas para el mimo, el abrazo apretado, y el consuelo en los momentos difíciles.

Los padres y las madres, solidariamente, crían a sus hijos para que sean libres y no esclavos de nuestros propios miedos.

Es ese el mayor desafío y la principal misión.
Cuando aprendemos a ser "innecesarios", nos transformamos en un puerto seguro donde ellos puedan atracar.

Hagamos hijos independientes y seguros de sí mismos para que vivan una vida plena y honrada.

Cuando una madre ama de verdad, educa a sus hijos para aprender a volar.