No me considero una escritora consumada. Siempre he dicho que me falta mucho que aprender y escribir.
Me molesta que se menosprecie o se intente mutilar mis escritos por aquellos que se dicen escritores o jurados en cualquier concursillo literario.
Estoy abierta a sugerencias, consejos y correcciones, pero de aquellos que están verdaderamente cualificados y que lo hacen con el respeto que toda obra merece.
Leer mi relato disfrutando de su música, y valorar si para expresar diferentes sentimientos son adecuadas las piezas que he escogido o me tendría que haber conformado con una sola.
Tratándose de Mozart, mi compositor favorito, soy incapaz de escoger solo una obra.
La sonrisa de Abel (con música de Mozart)
Estoy
sentada ante el piano; levanto la tapa que oculta el teclado, mi brazo
izquierdo sostiene mi cabeza y con los dedos de mi mano derecha acaricio las
teclas.
Ha
sido un día agotador y necesito un tiempo para mí.
Sin
darme cuenta mis dedos se mueven tocando una melodía aprendida de cuando era
niña. Mis pensamientos vuelan hacia esa época.
Symphony
nº 40 (easy piano tutorial)
Fueron
años felices llenos de música.
Fueron
muchas horas de práctica, de repetir una y otra vez las mismas notas hasta que
me salía perfecto.
Fueron
años de sacrificio pues no podía jugar con otras niñas ya que mis clases en el
conservatorio ocupaban todo mi tiempo.
Con
el paso de los años el piano se convirtió en mi razón de vivir. Las notas
llenaban mi vida hasta el punto que todo lo que me rodeaba tenía una banda
sonora.
Ya
han pasado muchos años de aquello. Ahora soy toda una experta, con gran éxito y
reconocimiento a mis espaldas, pero con el inconveniente de tener que viajar
por el mundo con diferentes orquestas o sola.
Piano Concierto No.23 In A Mayor, K 488
Mis
manos vuelan sobre el teclado. Mantengo la cabeza inclinada y el cabello me
cubre la cara. Tengo los ojos cerrados, no me hace falta ver las teclas del
piano. Siento la música y, sin querer, una lágrima resbala por mi rostro.
Mis
pensamientos van hacia la cruda realidad que me asola ahora.
Tengo
que dejar mi vida profesional a un lado y dedicarme en cuerpo y alma a una
personita que me necesita, mi hijo.
Su
enfermedad hace imposible continuar con una vida medio nómada, de concierto en
concierto, de ciudad en ciudad.
Piano Concierto No. 20 Mov.3 - Rondo. Allegro
Assai
Mis
manos se desplazan por las teclas con rapidez y energía, interpretando la
música Me dejo llevar por completo por la rabia e impotencia que me provoca su
enfermedad.
No
puedo creer que apenas con seis años de vida, mi hijo ya tenga que luchar por
sobrevivir a la terrible leucemia.
Abel
nació y creció sano. Su perpetua sonrisa le ha acompañado hasta ahora porque
aún sonríe a pesar del duro tratamiento al que se ve sometido.
Vino
al mundo con una gran mata de pelo negra que ahora sin embargo ya no tiene,
fruto de la quimioterapia.
¡Qué
injusta es la vida con los más débiles!
De
repente noto una presencia detrás de mí y mis manos paran de tocar.
Una
manita blanca se posa junto a las mías. Es Abel.
Con
su dulce voz me dice que no quiere que esté enfadada ni triste. Me ha oído
tocar el piano.
Quiere
que le enseñe porque anhela ser de mayor igual que yo, un gran concertista.
Piano Sonata No 16 C mayor K
545
Mis
manos vuelven a acariciar las teclas.
Toco
los acordes de una melodía esperanzada.
No
puedo dejar que este rayo de luz se vaya de nuestras vidas y me agarro a la
posibilidad de que el trasplante de médula, que le van a hacer próximamente,
sea curativo.
La
música fluye y esta vez es alegre porque no quiero que a Abel se le borre nunca
su sonrisa.