Misión: olvido


Tenía que olvidarse de él.
No sería fácil pero lo había de hacer en beneficio de su salud mental, en beneficio de su salud cardíaca.

Era difícil cuando su mente se empeñaba en recordar momentos vividos, pero tenía que hacerlo.
Pretender que él desapareciera de su pensamiento cuando su corazón ya estaba implicado era una tarea casi imposible de realizar pero debía hacerlo.

Empezaría por olvidar su nombre, seguiría olvidando su cara, esa sonrisa que la hizo desearlo desde el momento en que cruzaron la mirada en aquella cafetería, y continuaría olvidando sus caricias y el sabor de sus besos.

Los nombres desaparecen de la cabeza pero los sentidos tienen la memoria muy larga.

Facilitaría las cosas si viviera alejada de él, si viviera aislada del mundo, pero no, los dioses, la providencia o el destino, quien rayos fuera, se lo tenían que poner complicado.

Se dijo que todas las cosas, los pequeños detalles que había detectado mientras hacían el amor habían sido producto de su imaginación.
La forma de besar, entrelazar las manos, las miradas mientras llegaban los dos al orgasmo había sido erróneamente interpretadas por ella.

No hay que cometer el error de suponer que la ternura y la intimidad en la cama es producto de un sentimiento más fuerte.

Ahora le tocaba olvidarse de él y seguir adelante pero hay cosas que jamás se olvidan, se aprende a vivir sin ellas y ella tenía que aprender a vivir sin él.

Tenía una nueva misión en esta vida, tenía un nuevo reto: el olvido.